L’enfer (1994, Claude Chabrol)


A veces el terror puede estar muy cerca nuestro, incluso sin darnos cuenta, y no es un fantasma o un señor con máscara y cuchillo. Desde esa premisa, Chabrol adaptó un guión que nunca pudo terminar de filmar y llevar a cabo un tal Henri-Georges Clouzot, el cual, entre otras obras maestras, dirigió una película de terror: Les Diaboliques, de 1955.

Fuera de los cánones de terror clásico, en este thriller psicológico llamado L’enfer (1994) en su título original, Claude Chabrol nos cuenta la historia de -digámoslo así- amor, entre dos personajes, un hombre llamado Paul, y de su esposa, Nelly, que contraen matrimonio en los primeros minutos del largometraje. Interpretados por François Cluzet y Emmanuelle Béart respectivamente, la película nos va retratando, con un tempo de reloj suizo, el desgaste en una relación tóxica, principalmente por problemas psiquiátricos, por parte de Paul.

En él hay un estudio interesante que propone el director de La ceremonia (La Cérémonie, 1995), en dónde si bien el personaje de Paul es horripilante e indefendible, a su vez también es víctima, tanto de lo que sufre internamente y que no puede controlar, cómo de lo impuesto por una sociedad machista, algo que tal vez hoy ya tengamos identificado, pero que a fines del siglo pasado era algo que pasaba y ya. En ese cóctel peligroso de problemas psicológicos y machismo, Paul no puede dejar de sospechar de su mujer y esposa, la cual jamás le ha dado indicios de engañarlo o no quererlo.

Por el contrario al protagonista, Nelly probablemente sea el personaje más bueno del cine: ella vive a disposición de su marido, muy atenta y le demuestra afecto, amor y respeto sin fallar jamás en nada, y, sin embargo, es castigada por un personaje siniestro, que la enfrasca para que no se le escape, que no tenga contacto con ningún hombre, porque no vaya a ser que. No obstante, a pesar del amor y la devoción de Nelly hacia Paul, ella no suele quedarse callada y le explica a Paul que no hay motivos para dudar: lo ama, lo demuestra y, encima, tiene la paciencia para explicárselo. Incluso cuando él sólo se merecería, en términos amables, una piña en la cara.

Tanto François Cluzet cómo Emmanuelle Béart lo dan todo, en interpretaciones que muestran a personajes rotos y consumidos por el desgaste, la toxicidad, yendo desde un amor intenso hacia el más profundo desprecio por la persona amada. François Cluzet lo logra perfectamente, a veces siendo un marido comprensivo pero todo el resto de las veces no, en una transición que se siente muy natural. Lo mismo para Emmanuelle Béart, que brinda una interpretación súper óptima, con un rostro angelical pero con una fortaleza inmensa como pide la película para su personaje, así como el porte de François Cluzet, con apariencia de hombre de negocios y buen tipo, pero puertas adentro es el mismísimo diablo.

Y así, transitando momentos de amor, maltrato físico y maltrato psicológico en su mayor expresión, L’enfer deja en evidencia el terror que pueden vivir muchas personas en una relación, y sobre todo mujeres; ayer, hoy, y posiblemente mañana. El infierno, al que hace referencia el título de la película, no es solo una metáfora, sino una realidad terrorífica que puede estar más cerca de lo que pensamos: en nuestra casa, en nuestra mente, con o sin control, aunque seas un ángel como Nelly.

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