Vista en el Festival 39º de Mar del Plata.
Nuevo largometraje del director iraní Mohammad Rasoulof, condenado en su propio país -en varias ocasiones- por su obra, ya que alegan que son “propagandas contra el sistema”. Claro que lo son, y en The Seed of the Sacred Fig (Les Graines du figuier sauvage, 2024) se encarga nuevamente de dejar en evidencia la coyuntura política que se vive en su país, en una coproducción franco-alemana.

Sin embargo, la historia no gira alrededor de las cuestiones políticas o cómo deben ser resueltas, sino que se enfoca en las consecuencias que trae a una familia, compuesta por: padre, Iman (Misagh Zare), madre, Najmeh (Soheila Golestani), y sus 2 hijas, Rezvan (Mahsa Rostami) y Sana (Setareh Maleki). El director utiliza sabiamente sus casi 3 horas de duración para el desarrollo narrativo, nos pone en contexto sobre la situación del país, el reclamo legítimo del pueblo y la posterior represión que los persigue. El disparador que logra tensar la relación en el núcleo familiar es la desaparición de una pistola que Iman guardaba en el cajón de su mesa de luz, la cual le fue facilitada al patriarca del hogar en su trabajo -en teoría- para su protección por posibles represalias, ya que en los comienzos de la película se nos relata que fue ascendido a un cargo como juez, dictando sentencias las cuales -aparentemente- no le agradan, y debe cumplir con su deber igualmente, como sentenciar a muerte a condenados sin las pruebas necesarias.

Resulta interesante el abordaje que elige Rasoulof, presentándonos a los personajes primero de una forma y quienes, debido a las circunstancias, forjan sus propios intereses e ideales que terminan en conflicto con su propia familia, conduciendo al caos y el desmoronamiento de un hogar que -en apariencia- era un resguardo ante la agitación del exterior. También deja en evidencia la necesidad de las redes sociales ante gobiernos que censuran la comunicación libre y controlan todos los medios de comunicación locales. Además, el realizador iraní establece sabiamente que los jóvenes son los que buscan cambiar las reglas del juego de países autoritarios, criticando modos de vida que no son necesariamente buenos a pesar de estar culturalmente establecidos, y que, gracias a su intervención, haya gente adulta que pueda librarse de aquellas barreras que les fueron impuestas desde siempre.

Deja un comentario